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El desarrollo sostenible. ¿Qué pasaría si solo comprásemos ropa vintage a partir de ahora?

El desarrollo sostenible debería ser una roca en un escenario de crisis, tanto social como económica. Esta realidad ha provocado de manera acelerada, la necesidad de poner en marcha iniciativas que contrarresten esta situación destructiva.

La economía colaborativa ha resurgido como una respuesta natural y funcional para poder sacar partido de todos los recursos que ya tenemos. Todo esto, apoyado por el uso de las nuevas tecnologías.

La base de este modelo de colaboración plantea una escena basada en la reutilización, el intercambio de bienes y el reciclaje. Es por eso que en este artículo planteamos la siguiente pregunta: Si en lugar de comprar productos nuevos, ¿qué sucedería si solo adquiriésemos segunda mano?

Esta pregunta que incomoda, supone ponerse en un escenario de un cambio brutal. En lugar de obsesionarnos en la compra de productos nuevos, nos pone en un ambiente idílico en el que producir no sería necesario, pues la idea es adquirir productos única y exclusivamente de segunda mano.

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El desarrollo sostenible. ¿Qué pasaría si solo comprásemos ropa vintage a partir de ahora?

Haciéndonos esta pregunta durante varios días, hemos hecho varias investigaciones para poder comprender cuál sería el impacto. Nos topamos con la visión de Luís Tamayo, sociólogo de la UOC, que explicaba en un medio nacional. Bajo sus años de experiencia en el sector, asegura que este cambio transformaría por completo la economía y la forma en la que percibimos el mundo.

Sin duda, el camino sería hacia una civilización más sostenible y consciente de la necesidad de respetar el medio ambiente. La coherencia y el sentido común prevalecería frente a la cultura del consumo por el consumo y el deshecho. En otras palabras: lograrlo con menos.

Teniendo claras las evidencias del por qué sería una buena opción: ¿Seríamos capaces de vivir sin producir constantemente cosas nuevas? No seamos radicales y abandonemos la idea de dejar de producir drásticamente, sino de aplicar un enfoque más sensato. Según explica Tamayo en la entrevista, tampoco un reciclaje eterno no sería viable, pero si un uso más razonable de las cosas.

Y si bien no es fácil extenderlo a todos los ámbitos, si que es favorecedor reciclar y reutilizar objetos específicos. Sobre todo aquellos que, lejos de depreciarse con el tiempo, mejoran su valor. Es el caso de la industria de la moda, entre otras. Somos Vintage impulsa la moda respetuosa con el medio ambiente, por lo que creemos en el poder de este sistema en el que las prendas adquieren un valor inigualable al haber ‘vivido’.

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La econonomía colaborativa, no solo cuestión de moda

La economía colaborativa se asocia casi de manera inmediata a productos como la ropa o la tecnología, donde su efectividad es evidente. Pero está más que estudiado, que también funciona con otro tipo de bienes como la comida. Suena loco, pero efectivamente, es una realidad. La finalidad es atacar nuestra forma de tratar los desperdicios de comida que generamos en los restaurantes, los supermercados, e incluso en casa.

Un taxi vacío es un desperdicio, una habitación que no está habitada también y, por supuesto, un limón olvidado en la nevera. Los expertos apuntan a un nuevo sistema en el que los camiones que vuelvan a entregar mercancía al súper, aprovechen el viaje de vuelta para recolectar alimentos que están a punto de vencer para repartirlo entre restaurantes. De esta manera, también se optimizan los recursos.

La economía colaborativa está creciendo debido a su potencial para promover la sostenibilidad y el uso eficiente de recursos. Aunque el modelo capitalista no desaparecerá de inmediato, las empresas se están dando cuenta de esta tendencia y se están adaptando para satisfacer las nuevas demandas de los consumidores.

Especialmente de las generaciones más jóvenes, como los millennials y la Generación Z, que muestran una mayor afinidad hacia este modelo, buscando soluciones sostenibles y experiencias significativas en lugar de acumular bienes materiales.

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En un futuro ideal en el que solo comprásemos ropa vintage, se abriría un camino hacia un desarrollo sostenible en la industria de la moda. Esta elección consciente y responsable, sería capaz de reducir la demanda de prendas nuevas, disminuir el impacto ambiental y promover la cultura de reutilización.

Además, al optar por piezas únicas y con historia, estaríamos fomentando la individualidad y el estilo personal. Esta transformación hacia un consumo más sostenible nos llevaría hacia un futuro en el que la moda se convierte en una expresión de creatividad y conciencia ambiental, generando un impacto positivo tanto a nivel personal como a nivel global. ¿Empezamos con el cambio?

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